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Últimamente, y en gran parte debido a la gran divulgación que han llevado a cabo famosos actores, modelos y “influencers”, el aceite de coco está de moda, y en muchos casos está sustituyendo al aceite de oliva para cocinar, e incluso hay quienes lo ingieren directamente para solucionar supuestamente problemas gastrointestinales o ayudar a la absorción de vitaminas y minerales. Hay quien defiende también una numerosa lista de beneficios que el aceite de coco produciría, siendo consumido habitualmente como: la reducción del colesterol, la disminución de la obesidad y disminución de peso, beneficioso contra el Alzheimer, beneficioso en el cáncer de mama… Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto?
Los estudios de las últimas décadas han relacionado siempre este tipo de aceite con funciones opuestas a las citadas anteriormente: aumento del peso, aumento del colesterol, en especial del de baja densidad (“el mal”), aumento por ello del riesgo cardiovascular…etc. Es por ello, que vamos a revisar a continuación la bibliografía científica disponible, también la más actual, para poder sacar nuestras propias conclusiones.
Por una parte, el aceite de coco está formado en más de un 80% por grasas saturadas, principalmente por ácido láurico, relacionadas con el aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. A continuación se revisan estudios acerca de la relación del aceite de coco en la enfermedades cardiovasculares y en aumento del colesterol.
Un estudio analizó 21 revisiones acerca de la relación del consumo de aceite de coco y los riesgos cardiovasculares en humanos y se concluyó mayoritariamente que el aceite de coco aumenta el colesterol total al igual que aumenta también el LDL-c, mucho más que los aceites insaturados, como por ejemplo el de oliva, pero, sin embargo, menos que la mantequilla. En conclusión, sustituir este aceite por aceites insaturados como el de oliva, reduce los riesgos cardiovasculares.
La mayoría de artículos revisados demuestran que aumenta el colesterol en general y el LDL-c, el “malo”, pero con respecto al HDL-c, existe actualmente un poco de controversia, puesto que algún estudio reciente lo relaciona con el aumento del HDL-c, el “bueno”, sin embargo no existe de momento suficiente evidencia científica, y necesitaremos más estudios para poder confirmarlo.
Un dato importante que quizás nos haga dudar es que el aceite de coco soporta altas temperaturas, muchos más elevadas que el aceite de oliva, por ejemplo, por lo que se dice que tiene una mayor estabilidad, pero esto se debe únicamente a que es una grasa saturada, más difícil de descomponer, y por tanto más resistente a la oxidación. Sin embargo, esto no significa que sea más saludable.
La conclusión es que son necesarios más estudios y una mayor evidencia científica para poder asegurar los beneficios del aceite de coco, ya sea como hipocolesterolemiante, adelgazante, para enfermedades inflamatorias intestinales, o para el cáncer de mama entre otras. La mayoría de estudios al respecto han sido además testados en ratas, y deberíamos probar sus efectos en humanos. Tenemos que ser críticos y fiarnos siempre de fuentes bibliográficas científicas, y no dejarnos llevar por modas que se divulgan rápidamente sin una base consistente, o que tienen una literatura publicada limitada hasta el momento. Se necesitan muestras más grandes representativas, poblaciones más diversas y marcadores más específicos.
Nuestra recomendación desde Tu Gestor de Salud es priorizar el uso del aceite de oliva virgen extra (AOVE) por sus numerosos beneficios demostrados, su cualidades organolépticas y por ser un productor típico de nuestra dieta mediterránea.
BIBLIOGRAFÍA:
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Patricia Hormaeche Echarri
Farmaceútico
Diestista-Nutricionista en prácticas